Es increíble lo que se puede hacer con una vara y un poco de geometría. La vara sola no resulta muy útil, y quizá lo único que se nos ocurra hacer con ella es arrojarla para que el perro la traiga. Pero si añadimos la geometría podemos usarla para medir la circunferencia de la Tierra.
La idea se le ocurrió por primera vez a Eratóstenes de Cirene, científico griego nacido por el año 280 a.C. Eratóstenes no tenía perro y tal vez fue gracias a esta providencial canofobia que, cuando tenía enfrente una vara, en vez de arrojarla lejos, pensaba en otras aplicaciones.
Los griegos de la época de Eratóstenes sabían que la Tierra era redonda. No es cierto que Colón fuera el primero en proclamar la redondez del mundo, suscitando el escarnio de sus contemporáneos. Lo que no sabían era de qué tamaño era la pelota mundial.
En un papiro que encontró en la biblioteca de Alejandría, Eratóstenes leyó acerca de un lugar llamado Siena (hoy Asuán), situado al sur de Alejandría, donde era fama que los rayos del Sol caían a plomo el día del solsticio de verano. Esto se sabía porque en Siena había un pozo muy profundo en cuyas aguas se podía ver reflejado el Sol justo al mediodía en el solsticio de verano. Clavando una vara en el suelo en Alejandría un solsticio de verano de aquellos, Eratóstenes observó que allí el Sol no pasaba exactamente por el cenit. La vara proyectaba sombra en Alejandría, mas no en Siena.
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